Por Eduardo Nabal
Identidades racializadas: Kahil, nacido en Marruecos, nos habló hace algún tiempo en Madrid, en el Centro Social Autogestionado ‘La Kúpula’, de su experiencia, su trayectoria y su cuerpo marcado por una historia sociopolítica, una historia atravesada por opresiones interseccionales, por heridas, empoderamiento y pieles nuevas.
Desde su posición como árabe en una familia a la vez conservadora y perteneciente al área “modernizadora” de la zona, hasta su llegada a España, pasando por Francia y EEUU, nos explicó las dificultades de afrontar la homofobia familiar y ambiental, y también cómo interiorizó el racismo de su entorno, en ese apartheid aún vigente no solo en su propio país, sino, de forma particular, en el internado francés donde estudió.
Viajó al corazón de Nueva York, donde conoció a personas de distintas razas y también gente de identidades sexuales no binarias. Allí también fue consciente de la dificultad para ‘desear’ a personas de su misma raza y del racismo institucional estadounidense. Una experiencia que concatenaría con las formas de racismo que padeció en lugares como ese barrio capitalino, y hoy también capitalista, que es Chueca. También consolidaría su evolución política y su toma de conciencia anticolonial, que ahora siente como clave en su trayectoria pasada y presente.
Cuerpo, memoria, raza, lugares, queer, identidades sexuales orientales y des-localizadas. Todos estos elementos se entrecruzan de forma alternativamente violenta, creativa y saturada de afectos, desafectos, puntos de partida, en una persona que aprendió francés, árabe y se ha lanzado a contarnos en castellano su compleja trayectoria.
Kahil nos habló de la homofobia en algunas zonas de su país pero, sobre todo, de la necesidad de que sea las propias personas marroquíes las que articulen sus propios discursos, poniendo también el ejemplo del feminismo blanco y colonial y sus efectos contraproducentes en su país de origen. Como las categorías modernas y occidentales, muchas veces universalizadoras, no tienen en cuenta la complejidad de la experiencia y diversidad dentro de los pueblos, y su amplio recorrido histórico, denunciaba el neocolonialismo epistemológico también en el estado español hacia las llamadas ‘comunidades árabes’, vistas como un todo sin atender a su diversidad. El pasaporte, la corporalidad, la raza, las comunidades universitarias conversadoras y con tintes ‘fascistoides’ en algunos países occidentales parecen haberse apropiado del término ‘queer’ en ocasiones de forma racista, elitista y despolitizada.
También nos habló de cómo el exilio o el tránsito a las grandes ciudades le sirvió en su camino de autoaceptación y lucha, en su toma de conciencia de la interseccionalidad de las opresiones (sexuales, raciales, de género, fronteras que se abren y se cierran como espacios de bloqueo y posibilidad de nuevas vidas…) y en su estancia en el estado español, con su renovada forma de mirar el mundo. Lo queer debe ir, pues, de la mano del antiracismo para articular la interseccionalidad de las opresiones.
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