Ridículo ‘teatro del mundo’: las derechas frente a la solución final

 

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Por Eduardo Nabal

 

Las derechas ya han hecho su teatro contra la Ley de Regulación de la Eutanasia Activa, confirmando sus pactos con Vox, la Iglesia, etc. Pero, como ha ocurrido con tantas otras leyes, no serán las últimas en beneficiarse de ella. 

Un ejemplo: el llamado ‘matrimonio gay’. El matrimonio entre personas del mismo sexo sirvió para casarse a personas de todo tipo de ideologías, incluyendo el negro y el azulón. De hecho nunca fue una reivindicación prioritaria para los grupos LGTBIQ más a la izquierda, que veían un gran parche con muchos agujeros y paradojas. Una ley que “normalizaba” o uniformaba a un sector del colectivo LGTBI frente a otro, aunque ello no invalide su capacidad para conceder derechos y aportar visibilidad a una realidad social largamente ignorada. 

A pesar de la oposición curil, nada revolucionario. La ley de matrimonios sí que es una ley burguesa y no la teoría queer, que parte del palo contrario.  Pero esta ley incomodaba en una estructura que siempre es heteropatriarcal.  Sin llegar a lo ocurrido en Francia, la derecha religiosa (aquí también existe y está bien asentada) se dedicó a lanzar proclamas que culminaron con la del ministro del PP Fernández Diaz, hablando de la amenaza a la  «supervivencia de la especie». 

Nuevamente la especie vuelve a estar en peligro porque se «da la opción» de finalizar su vida a personas que la llevan entre terribles sufrimientos. La guinda al pastel la ha puesto un famoso obispo diciendo que «la pederastia no mata y el aborto sí», una máxima que es precisamente cierta en sentido inverso. «La pederastia puede matar o lastimar una vida y el aborto es una decisión de las mujeres sobre su propio cuerpo». De nuevo los salvapatrias dicen querer librarnos de la solución final, siendo ellos el problema de base, y lo seguirán siendo basándose en una alarmante pero cada vez más generalizada pereza mental, que ha llevado a la ultraderecha a un primer o segundo plano de la política patria. Fueron nazis y los siguen siendo. 

También sus compañeros de viaje en este camino hacia la censura y la represión. Respecto al llamado ‘pin parental’, se aúna el más absoluto desprecio con las campañas de algunos sectores del feminismo más rancio contra la visibilidad transexual y contra el aprendizaje de la realidad de los alumnos LGTBIQ en las aulas. Triste sardina para el Partido Feminista y sus aledaños, cuando todo el año es carnaval para una derecha gritona, franquista, abolicionista y pretendidamente coartadora de derechos de los que luego, en privado, como Aznar, se beneficia. 

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