Por Eduardo Nabal
Luciérnagas, de Bani Khoshnoudi, es un drama contenido e intenso sobre la migraciónes y las identidades. La realizadora iraní logra penetrar en el corazón de Ramin, un joven de treinta años que sobrevive en Veracruz en trabajos precarios. Ramín ha huido de la represión homófoba en Irán, su país de origen, y busca la manera de regresar a Europa a reencontrarse con su novio, pero el día a día está marcado por su estancia en un hotel de Veracruz, donde traba amistad con la dueña, una mujer abandonada por su exmarido y desgarrada por los recuerdos, así como por el devenir del protagonista en medio de una agotadora jornada laboral.
El filme nos cuenta con ritmo pausado el trayecto de sus personajes hacía el afrontamiento de su propia identidad, en una sociedad machista y donde todos quieren huir en busca de una vida mejor lejos de sus fronteras. La directora apenas se despega del drama íntimo de su protagonista masculino para contarnos la peripecia de Leticia, que regenta el pequeño hotel donde éste se hospeda y que se reencuentra con su exmarido, que había huido a EEUU.
La primera película con proyección internacional de Bani Khoshonudi es un drama social y un drama intimista con una sobria y, por momentos, brillante interpretación de Arash Marandi, acompañada por Flor Eduarda Gurrola. Ambos personajes deberán superar las heridas del pasado y a la vez moverse en un mundo marcado por la explotación laboral, los sueños de exilio, así como la búsqueda infructuosa de un mundo mejor.
La asunción de sus identidades les abre un camino de esperanza en un entorno degradado y sin horizontes vitales. La realizadora no cierra su relato, sino que nos muestra con cierta luminosidad el sendero de los personajes hacia una mayor paz interior, cuando parecen deshacerse de parte de sus peores demonios.
Filmada con cuidado aunque sin logros magistrales, Luciérnagas opta por un tono suave, sensible y realista, en el que el personaje principal lucha en soledad por volver cerca de su lugar de origen, aunque las circunstancias socio-económicas se lo harán imposible.
El filme, no obstante, acaba con un tono esperanzado, en medio del jolgorio del carnaval, cuando el protagonista masculino ya se ha librado de algunos temores inmediatos y también la protagonista femenina parece dispuesta a olvidar el pasado. Hecho de tiempos muertos que se van rompiendo en la interacción entre los personajes principales, Luciérnagas nos habla de las fronteras reales, físicas y psíquicas, de un joven en busca de la supervivencia y también de la libertad. Aunque carece de un final feliz postizo y todo queda en su punto de origen, la intención de la directora es mostrarnos la evolución del interior de sus personajes a medida que avanza la trama entre los rincones oscuros, nocturnos y también luminosos de las entrañas de Veracruz.
Deja una respuesta