La poeta gaditana Marina Torti nos regala en esta ocasión sus versos de confinamiento. Una nueva entrega de su poesía confeccionada con retazos de experiencia que ilustra el fotógrafo y también paisano Oliva Jesús.

Impersonal
Inteligencia subordinada,
arrastrada a un cubículo inexacto.
Todos en cubierto por un mismo miedo,
un mismo pensamiento.
Unidos por miserias incoherentes,
muertos por los caminos.
Aterrados sintiéndonos seguros
tras una absurda mascara.
Vendidos al mejor postor,
porque no nos engañemos
la naturaleza dejo de seguir
su curso hace tiempo.
No es un castigo,
no nos lo merecemos por necios.
Detrás de esto solo hay una saca
esperando a ser llenada.

Tiempo
Al tiempo se le da tiempo.
Tiempo,
sobra decir que a todas nos urge.
Tiempo de tus besos,
tus caricias, tus senos.
Eso te decía en la cama,
cuando el orgasmo
lo hacía parecer hermoso.
Y no algo vacuo, estúpido,
sin significado.
Porque aunque no lo admitamos
a todas nos pone un poco
de poesía en la cama.
Después sobra,
como los pelos del baño,
los platos rotos, ese cuadro
perfectamente inclinado.
Al tiempo se le da tiempo.
Nos regala la capacidad de observar,
percibimos todos los defectos.
Seguidos por esa desagradable
sensación de vacío.
Nos obliga a conocernos enteras,
cuando las dos sabemos
que no es buena idea.
Demasiadas conversaciones
a media noche.
Demasiados miedos descubiertos,
demasiadas equivocas intenciones
cayendo en saco roto.
Quizás así la tempestad
se apacigüe una vez más.
El tiempo, es cierto eso que dicen
– Los tríos nunca fueron buenos -.

Mientras observo
Estoy en transición, es curioso
todo se transforma, siento al sol lejos.
Cuando antes siempre estaba a mi lado,
esa falta de Vitamina D no me sienta nada bien.
Solo quiero ahogarme en el mar,
pero ya no sería igual faltarían sus reflejos.
Esos que traspasan mi cuerpo,
esos que me hacen tanto bien.
Por eso no puedo ir al mar,
no me gustaría morir a oscuras.
Si tuviera opciones elegiría la playa.
Secarme bajo esa luz tan cálida,
poner mi música.
Así solo podría ver a los niños
descubriendo las olas mientras
sus madres sonríen orgullosas.
Esa nueva pareja sin parar de sonrojarse
cuando se rozan sin querer.
Mis amigas las bingueras
gesticulando sin cesar.
Esa mujer leyendo un libro,
tan sumamente atractiva
dependiendo su lectura.
Sola rodeada de esa alegría
que ofreces mientras observo.
Noche estrellada
Mi noche estrellada no es como
la de mi amigo Van Gogh.
Esos amarillos estridentes
acompañados por un azul penetrante.
Tampoco está rodeada por esos árboles
terminados en punta pero sin violencia.
El mío es diferente, es oscuro azul suave.
Solo hay una estrella su tono es débil,
creo que es de esas que están a punto de morir,
a veces parpadea pidiendo ayuda.
Los edificios son todos iguales,
las persianas están bajadas.
El barrio no responde,
antes había más ropa tendida
antes había vida.
Mi pobre estrella esta pálida,
tendré que usar tus colores para consolarla.

Deja una respuesta