
Por Eduardo Nabal
Con su primera novela, la joven escritora afroamericana Britt Bennet ha logrado conquistar al público internacional gracias a la agilidad de su prosa, al manejo diestro de las andanzas de sus personajes y a que, sin abandonar el devenir interior y exterior de sus protagonistas, traza un interesante, sensual y renovado fresco social sobre la suerte de los negros en el sur de los EE.UU. a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX.
Las gemelas Desirée y Stella Vignes, punto de partida del relato, regresan a ese provinciano Mallard natal, en Luisiana, para estupefacción de sus habitantes, poco dados a aceptar los cambios en su entorno, la integración étnica y la diversidad sexual. Pero Benner nos narra a través de la descendencia de estas dos hermanas singulares y continuamente señaladas, que un día huyeron de la falta de horizontes vitales de su lugar de origen, cómo, de un modo u otro, los cambios sociales acaban también afectando a los lugareños de los sitios más recónditos de la Norteamérica profunda. De esta manera, con un amplio conocimiento de la historia de la esclavitud, la violencia racial y el sexismo, la autora nos describe las vidas algo errabundas pero nunca fosilizadas de sus hijos, hijas y amigos, con los que acaban formando una suerte de retrato coral, del que pueden y no pueden escapar.
Cuestiones como el ‘passing’ (hacerse pasar por blanca o heterosexual), la transexualidad masculina, los oficios precarios y las ilusiones puestas en el mundo del teatro, atraviesan las inquietudes de personajes como la insegura Stella, el renovado Resee o la sincera Jude, profesora de matemáticas del colegio de la asfixiante localidad.
Sus vidas se entrecruzan con un ritmo galopante, ráfagas de poesía y un retrato incisivo sobre el racismo y sus formas más refinadas, con elementos heredados de otros grandes novelistas del sur de EE.UU. Tal vez lo que se echa de menos en una novela tan amena, lúdica e inteligente como La mitad evanescente sea una mayor densidad o riesgo en la definición de los caracteres o el interior de los personajes que parecen, en algunos momentos, diluirse en un protagonismo colectivo. La sororidad y la empatía surgen en muchas situaciones enfrentándose a elementos anquilosados como la murmuración y los prejuicios, de los que un día huyeron aquellas jóvenes que al final se convierten en peculiares abuelas.
La autora, desde su insultante juventud y temprana destreza, es una más que digna heredera de nombres como James Baldwin, Nella Larsen, Maya Angelou o Alice Walker, solo que sus relatos abordan, sin abandonar las heridas del pasado, los horizontes de una nueva juventud.
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