

Por Eduardo Nabal
Pedro Lemebel puso voz de ‘loca’ y tacones de aguja a la disidencia sexo-política chilena y en sus crónicas y estampas sociales destacó por su compromiso contra la dictadura, por la salida del armario en su país, por la denuncia de la homofobia en las filas de la vieja izquierda y por mostrar el miedo de una generación al militarismo, la delación y la falsa democracia.
Su gran novela y uno de los libros de ficción más importantes de la narrativa chilena de la segunda mitad del siglo XX es, sin duda alguna, Tengo miedo torero, donde el autor, que fue pintor, performer, activista y hasta artista de cabaret, se mete en la piel de ‘La Loca de Enfrente’, locamente enamorada de Carlos, quien, junto a sus compañeros de lucha, traman un atentado contra el dictador de la nación, descrito también con esa prosa mordaz, barroca, insumisa, que, en algunos momentos, lo acercan a autores como Gómez Arcos, en versión chilena.
‘La Loca de Enfrente’ queda fuera de esas reuniones de machos impetuosos, de esas conmemoraciones, de esos lutos de los muertos por la revolución, y ella misma parece algo despistada entre el deseo y el empuje de un mundo interior recreado con toda suerte de detalles, con un vocabulario encendido, barroco, sensual, mágico e iconoclasta.
Tengo miedo torero da voz a los que, aún hoy, siguen en la segunda fila de las grandes causas de la izquierda, a pesar de los cambios, desde una vecindad y un compañerismo que nunca acaba de cuajar por la desconfianza mutua entre esa travestida sin pelos en la lengua y ese joven universitario, de barba incipiente y maneras de milico adepto a causas nobles.
Lemebel pone como telón de fondo el Chile de los desparecidos, la figura grotesca del dictador y su señora, y también hace un intenso contraste entre la lucha cotidiana de su protagonista, transitando los géneros y queriendo hacerse un hueco en el corazón de ese joven y apuesto revolucionario, ese joven que se reúne con su cuadrilla enfrente de donde ella oye la radio, entona canciones románticas y sueña con amores imposibles.
Un libro a la vez duro y tierno, que se precipita hacía un final catártico y que nos deja en letra y espíritu el legado de una de las plumas más iconoclastas de la literatura latinoamericana, un testigo privilegiado y a la vez una suerte de trovador de causas que nunca cree perdidas. La editorial Las afueras nos devuelve la musicalidad cálida y el grito desgarrado que atraviesan una novela de la talla de Tengo miedo, torero. Un testimonio imprescindible.