‘Mariquita’ estrena en Cádiz su versión más ágil y desenfadada de la mano de Albanta

Susana Rosado da vida a la protagonista, Mariquita Vargas.

Por José García

No es la primera vez que el desternillante texto Mariquita aparece ahoga en una cesta, del dramaturgo portuense Juan García Larrondo, es llevado a los escenarios, pero la versión que la compañía de teatro Albanta, dirigida por Pepe Bablé, ha estrenado este fin de semana en la Sala Central Lechera de Cádiz supone su espaldarazo definitivo como exponente de la comedia grotesca en la España de fin de siglo.

García Larrondo prefiere referirse a ella como tragicomedia. Pero lo cierto es que Mariquita desciende desde los dilemas propios de la comedia burguesa y su apolillado refinamiento para buscar sus historias y dramas cruzados en los márgenes de la sociedad, vinculados por tramas disparatadas, donde cada personaje, de un fuerte carácter peripatético, libra una batalla particular contra sus miedos y sus secretos y encarna una no menos particular búsqueda de la felicidad. Y en medio de ellos está Mariquita, un personaje del que el mismo autor nos admitía en el estreno que guarda un importante parecido con Gloria, el ama de casa que encarna Carmen Maura en ¿Qué hecho yo para merecer esto?, filme de culto de Pedro Almodóvar. De hecho, en la versión original del texto de García Larrondo, Mariquita, interpretada en ese caso de manera casi hipnótica por la actriz gaditana Susana Rosado, también se pregunta: ¿Qué daño habré hecho yo a nadie pa que la vía me trate a patá?

Las relaciones entre la obra de García Larrondo y el Almodóvar de la primera etapa han sido subrayadas tantas veces por la crítica que apenas merece la pena abundar mucho más sobre ello. Sin embargo, también se pueden encontrar influencias más próximas geográficamente. No en vano, el verdadero estreno en la provincia de esta nueva versión de Mariquita tuvo lugar el pasado mes de diciembre, en plena crisis del Covid, en el Teatro Pedro Muñoz Seca de El Puerto de Santa María. Y digo no en vano porque la pieza de García Larrondo tiene mucho de astracanada, explotando el uso de recursos literarios como el retruécano o la repetición de un grupo de palabras para que el público reciba un mensaje insistente sobre un tema. Obsérvese el ácido humor del siguiente juego de palabras:

VALERIA: ¿Este? Juan, el marido de Mariquita.

SUBINSPECTOR: ¿Y dónde está?

VALERIA: ¡Ah, no sé! Se largó hace un mes.

NURIA: Trabaja pa la Telefónica y vive con un tío en un bloque del paseo marítimo.

SUBINSPECTOR: ¿Y entonces, Mariquita?

NURIA: ¡Po claro, hombre! se supone que llevan liao más de un año no va sé mariquita uno sí y el otro no…

SUBINSPECTOR: ¿Quiere decir que el marido de Mariquita es mariquita?

VALERIA: Entiende como una mismísima perra.

SUBINSPECTOR: Entonces ¿la mujer y el marido son la misma persona?

NURIA Y VALERIA: ¡Que no!

NURIA: ¡Huy qué policía más torpe!

VALERIA: ¡El marido de Mariquita es el mariquita!

Mariquita se ríe de todo y de todos desde la más flagrante incorrección política. Sin embargo, esta estrategia basada en la bufonada y la caricatura de inspiración esperpéntica no producen ninguna forma de extrañamiento, como en el teatro épico de Brecht, al objeto de motivar en el espectador una reflexión desapasionada y fundamentalmente racional sobre el drama que contempla. Muy al contrario, el teatro de García Larrondo establece la empatía entre el público y sus patéticos personajes a través de la risa, otorgando una suerte de poder catárstico a la hilaridad, capaz de enfrentarse a las mayores dramas humano con una mirada, no indolente, pero sí esquivadora del creciente victimismo en el que se encuadra a este tipo de personajes en la cultura escénica de las últimas décadas.

Ciertamente, el texto del autor portuense parte de un hecho fundamentalmente monstruoso, como es la violación múltiple de una mujer, Mariquita, a la que después sus violadores arrojan en una cesta al mar. Sin embargo, lejos de dar pie a un drama social, deviene en una comedia burlesca que expone al ama de casa emocional y económicamente dependiente a las situaciones más estrambóticas y al dilema absurdo de perdonar, antes de subir al cielo, a cada una de los personas que han amargado su vida. Sin embargo, en todo este proceso, Mariquita sale reforzada, acaba afirmando su autonomía y logra entregarse a la pasión.

Mariquita, en fin, tiene mucho de dislate pero también de crítica a los medios de comunicación, a la iglesia, a la sociedad de la que es producto la protagonista; y no menos de blasfemia, quebrando todos los planos de la verosimilitud en la narración de la historia a través de una adaptación, la de Pepe Bablé, que ha pretendido acercarnos esta obra finisecular al aquí y el ahora de la representación, con abundantes referencias a lugares y situaciones como la Cofradía de la Palma, la Radio Kichi, el Covid, el Wallapop o los psico-killers, por citar solo unos pocos ejemplos, que vienen a dar cuenta de la actualidad de muchos de los conflictos que retrata la obra.

El buen hacer del elenco actoral, con Susana Rosado como protagonista, pero también con Charo Sabio, en el papel de La Virgen; Carmen Reiné, interpretando a Nuria; Xiomara Sáez, dando vida a Valeria Taylor; José Luis Gámez, encarnando a Juan, el marido; Jay García, como Abdul; Sergio Torrecilla, en la piel del Policía; y Carolina Bablé, como Cari, ayudan a dotar de agilidad y dinamismo al montaje de Albanta, que es una versión ligeramente abreviada del texto de Garcia Larrondo, y que cuenta con una segunda parte, La cara oculta de Selene Sherry, dentro de lo que el mismo autor ha denominado como sus Comedias Selektras, que sería maravilloso poder contemplar algún día en el escenario.

Explorando la blasfemia como recurso teatral

Uno de los recursos más llamativos de la obra es la utilización del personaje de La Virgen para transgredir la línea que separa lo real de lo sobrenatural y cuestionar los dogmas religiosos.

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