‘Las mejores mentes de mi generación’: Allen Ginsberg se explaya sobre los ‘beat’

Fuente: Estudios Cavernarios

Por Eduardo Nabal

Las mejores mentes de mi generación, la primera frase del gran poema de la voz más lúcida e inconclasta de la Generación Beat es también el título de su ensayo, un trabajo ingente con una serie de conferencias donde reúne a los grandes representantes de  esos jóvenes rebeldes que cantaron con voz propia contra la injusticia y la banalidad a finales de los años cincuenta en el corazon herido de EEUU. La ausencia de “mujeres”, aunque algunos capítulos son bastante discutibles en este sentido, se ha visto subsanada por la irrupción de la magnífica prosa de Patty Smith, convertida hoy en una superviviente lúcida e incansable, llenando escenarios con viejos versos y nuevos temas.

Casi ninguna de las voces pioneras en campo de la lucha LGTBIQ tuvo en su horizonte ideas hoy tan en boga como “la normalización”,”la asimilación en los mecanismos mas feroces del capitalismo”, “la buena imagen” y , mucho menos, “la transfobia”. Así, pioneras como Gloria Anzaldúa o Cherrie Moraga, que conjugaron la escritura y el activismo, o novelistas politizados como Jean Genet, o poetas como Allen Ginsberg, autor de la serie de ensayos que nos ocupan, acaban poniendo en solfa el eterno binarismo homo/hetero, hombre/mujer.

Ginsberg, al narrarnos las influencias sobre la prosa de autores como Kerouack, Burroughs o él mismo nos cita a Thomas Wolfe, Herman Melville, Dostoyevski, Marcel Proust, Wilde, Whitman, John Dos Passos, Kafka, Joyce o Rimbaud, que no siempre fueron bien acogidos por sus sociedades, por su resistencia al repliegue a las “normas sociales” y a la sumisión a la “moral de su tiempo”. En la vida de Kerouack el amor con mujeres parecen episodios circunstanciales y en la de Ginsberg no existe, aunque se traba una profunda amistad con Patty Smith que sigue, aún hoy, entonando el Aullido ante masas de seguidores más o menos nostálgicos. 

Burroughs es visto por Ginsberg, a través de sus libros Yonqui, Queer y El almuerzo desnudo, como un ser imprevisible y antisocial, voluntariamente alejado de cualquier “estilo de vida gay al uso” y al mismo tiempo dinamitador de las limitaciones corporales y del espionaje de las fuerzas estadounidenses sobre la vida “privada” de sus ciudadanos.  Burroughs no teme al exceso ni a la ciencia-ficción, con elementos homoeróticos, pero su universo literario resulta, en algunos aspectos, el más hermético de todos, atravesado por la adicción a las drogas y el impulso antisocial, con declaraciones nada tranquilizadoras sobre los intereses de los gobiernos en el consumo, tráfico, producción y persecución de los estupefacientes en un estado policial.

Aunque la mayor parte de los ensayos se centran en el calado social de la obra de Kerouack -que descubre México, el “mundo de los negros” y formas de vida bien distintas a las impuestas por los moldes estadounidenses- Ginsberg parece ir de la mano de todos aquellos escritores, entre los que se incluye Neal Cassidy, nacido de una familia campesina y autor del libro de memorias El primer tercio, o algunos menos conocidos como Hebert Huncke, un autor comprometido al que se atribuye el acuñar el término ‘Generación Beat’, o Lucien Carr, de formación periodística, considerado responsable de  la muerte de su amigo y profesor David Kammerer, en un crimen pasional.

Aunque Ginsberg aborda la figura de esos hombres con los que recorrió los caminos de la desestructuración social y personal, la camaradería, el amor imposible y las pequeñas rivalidades, también empieza a cuestionar la masculinidad hegemónica diversificando las distintas formas de ser visto como “hombre” en la Norteamerica pre-Stonewall. Por su parte, Patty Smith, autora de algunos libros magistrales como Éramos unos niños (sobre su relación con Robert Mapplethorpe)  o M. Train (y, desde luego, más merecedora de nobel que Bob Dylan), sigue escribiendo y recordando lugares, paisajes, compañeros de andanzas y una visión feminista e iconoclasta de un mundo en transición.

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