‘El bailarín’, retrato oblicuo de Nureyev

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Por Eduardo Nabal

 

Bien orquestada, bien resuelta, con un ritmo impecable que debe mucho al guion de David Hare, El bailarín es una película hermosa y resultona, donde el telón político no deja de estar presente, pero que se centra en la meteórica carrera del bailarín Rudolf Nureyev y en su decisión de permanecer en París, huyendo de las cortapisas del régimen soviético de los años sesenta.

Nureyev es definido como un ave poco común, un cuervo blanco, un ser solitario y voluble, a lo que se suman apuntes sobre su mal carácter y temperamento inestable. Con todo el director, Ralph Fiennes, intenta aproximarnos al lado más humano del personaje, con acertadas pinceladas autobiográficas que se insertan sin estorbar el desarrollo de la narración.

El cuervo blanco es una hermosa reconstrucción de varios tiempos claves en la obra del danzarín, una ‘rara avis’ en el firmamento de la Rusia comunista. Fiennes conjuga con elegancia los tres tiempos fundamentales de la narración, que van desde la infancia a su definitoria estancia en París con el Kirik ballet, pasando por su etapa de formación en Leningrado.

La cámara sabe filmar con diferentes texturas y en diferentes escenarios los momentos clave de una narración que conduce al suspense de su decisión de quedarse en Francia con la oposición de sus custodios.

El montaje impide el aburrimiento del espectador y las escenas de baile, aunque hermosas, no son excesivamente numerosas, aunque están filmadas con brío y sin atisbos de morosidad.

El filme incluye su romance con uno de los miembros masculinos de la compañía a la que pertenece, aunque también incluye sus escarceos con la mujer de su profesor en Rusia, en un curioso triángulo amoroso-fraternal.

Asimismo, incluye su amistad en París con la nieta política de Andrè Malraux, con la que recorre teatros, bulevares y espectáculos nocturnos de cabaret.

De todas formas, al omitir las referencias directas a la homofobia del gobierno soviético (que hoy sería la del gobierno ruso), la película queda suspendida sobre un relativo vacío en torno a las motivaciones de unos y otros personajes y, a pesar de su gran calidad, deja un cierto sabor a incertidumbre.

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