

Por Eduardo Nabal
Puede que la primera y vigorosa novela de la escritora de origen nigeriano Akwaeke Emezi no sea una obra magistral, pero al menos es lúdica y perturbadora, mezclando la realidad y la fantasía, nuevas formas de entender la feminidad y el cruce de culturas.
La historia de Ada, una chica singular de origen africano que emigra a EEUU no es, de entrada, nada nuevo en literatura o en historia, pero la joven y, en ocasiones, juguetona autora incluye unos espíritus venidos de su lugar de origen que se han fundido con ella, con sus amores, primeras experiencias y rupturas sentimentales; no obstante los propósitos de estos seres fantasmales no son siempre bienintencionados.
Agua dulce es una novela de una iniciación y una forma original de tratar temas como el desarraigo familiar, la colonización cultural, la lucha por la supervivencia y, finalmente, la transición de un género a otro. Usando siempre la “e” para referirse a sus personajes, Emezi incluye no pocas dosis de aliento lírico, prosa poética, momentos descarnados, melancolía, pero también saludable ironía en su narración- siempre cerca de la protagonista- del viaje interior y exterior de Ada, de la determinación del deseo, el fantasma de la autodestrucción, la inestabilidad emocional pero también una fuerza y un saludable optimismo al final, cuando Ada abandona su “cuerpo de mujer” expulsando a esos espíritus que han vigilado, como de otra manera sus amigos y la mirada médica, su vida y su trayectoria como “elegida” por los espectros identitarios de su lugar de origen.
Con una prosa agridulce, pero ágil y mordaz, con ramalazos de poesía y pesimismo hacía las formas de relacionarse entre los seres humanos, Agua dulce tiene algo de la narrativa africana feminista y algo de corrientes como Winterson, Octavia Butler o las transexuales fronterizas. En la, en ocasiones, innovadora y sensual prosa de Emezi, se funden los elementos de la naturaleza, una sexualidad insegura y unas relaciones alternativamente tiernas o tensas con los seres que rodean a la protagonista.
Un libro atrevido, discutible, pero lleno de interrogantes, ironía, paradojas que invitan a la reflexión sin perder nunca el hilo de una narración donde se reúne una “adolescencia singular” con elementos de la novela fantástica o mitológica.
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